2006/10/04

Gritos en la Noche

GRITOS EN LA NOCHE. (La primera vez que lloré)

La noche estaba calladita, mi compañera de apartamento no estaba y las voces de las personas con las que hablé en el día se habían apagado lentamente, excepto la de “Jonás” (nombre ficticio del padre de mi hijo).

Esa mañana me di una vuelta por la nevera: una caja de leche, medio queso, dos arepas, un huevo, unos yogures, tres mangos, varias naranjas; no había pan ni galletas. Tomé un mango para el desayuno y me fui a vestir para ir a trabajar; un pantalón al que no pude subir la cremallera y una camisa larga para disimular “tengo que comprar ropa pronto para no estrechar al bebé” pensé, “pero no puedo hacerlo hasta final del mes” y era fecha 3.

Al mediodía me decidí a llamar a “Jonás”, quizás en estas tres semanas hubiera relajado un poco su posición. No le pedí nada pero le pregunté si podía contar con él de alguna manera, que abril todavía estaba lejos. La respuesta aunque amable fue igual: Yo estaba segura de ser la madre, pero él no estaba seguro de ser el padre, yo no tendría ninguna colaboración hasta pasado el parto y realizada la prueba de ADN. Como siempre, no lloré, no dije nada. La hermanita Nieves me dice que lo bendiga, lo intenté.

En la noche, vi dos capítulos de Los Simpsons y apagué la tele, me acosté, me di media vuelta hacia la pared, abracé una almohada y algo dentro de mí se quebró… la escena me parecía y me parece aún irreal: Yo, desecha en llanto, criatura asustada y angustiada; confusa y desorientada; pronto el llanto se convirtió en gemidos, y luego en gritos ahogados… qué pena tan profunda y qué duelo tan grande podía tener esa mujer que lloraba en su cama, mientras algo en su conciencia le pedía perdón al pequeño niño que estaba con ella, por enseñarle tan pronto cómo se sienten las tristezas de la vida.

Dónde estaba la niña valiente que todos admiran por defender la Vida y por mantener la sonrisa; dónde estaba la mujer de Fe que tiene una cita bíblica sobre la confianza escrita a grandes letras sobre el espejo… Aunque sabía que era yo misma, me hubiera gustado consolarla… se sentía tan sola y tan llena de miedo, se preguntaba a sí misma si de verdad creía ser capaz de afrontar todo eso, si podría resolver el dinero, la vivienda y el cuidado del bebé y de ella misma; si podría terminar la Universidad y aceptar que tenía que enseñarle al niño cómo defenderse en la Vida; cumplir sus sueños de mamá y enseñarle espiritualidad, independencia, amor, cocina, y por supuesto a leer, a escribir, a desarrollar su motricidad, algún deporte… etc., etc.

Estaba tan defraudada de sí misma por ponerle semejante padre a su hijo, un tipo insolente con las bolas de adorno, excepto por su capacidad de procrear, ya bien demostrada, pero incapaz de afrontar las consecuencias; defraudada de su mamá para quien la distancia se había convertido en una cómoda manera de no participar, defraudada de los amigos, los vecinos y hasta el perro si lo hubiera…

La visión de mi pequeñín de 11 semanas estremecido por un montón de péptidos amargos sin saber por qué silenció el llanto. Sin recibir consuelo, pero con un poco de paz fruto del desahogo me levanté a comer de lo que había, agradecida por una noche sin hambre y despreocupada por el futuro, me dormí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Andre: Quiero decirte que te admiro mucho como persona, eres una mujer que vale mucho y me parece super valiente poder expresar los sentimientos de la forma como tu lo haces, de una manera tan sincera y sencilla que hace ver la sinceridad de tus palabras. La nueva situación que vives en tu vida se que te dará nuevas fuerzas para seguir adelante! todas la pruebas de la vida son por una razón especial, acuérdate que la hoja de un árbol no se mueve sin la voluntad de Dios y ese es el aprendizaje que debemos entender. Te mando un super abrazo y mucho amor para tu bebé sé que eres y vas a ser una excelente mami!!! y no lo podrás creer cuando diga su primer ma......má