2006/12/27

Pureza

Me quedé petrificada ante tu pureza.

Estaba haciendo un rato de oración, cantando entre muchas personas, una canción de adoración de la Fe que mi corazón ha elegido profesar.

Y miré mis manos que han trazado tantas equivocaciones, levantarse al cielo en un momento de alabanza, buscando el perdón, buscando limpiarse, buscando agradarle a Dios.

Y pensé en el momento que te reciba con estas mismas manos, pensé en ti, flotando y creciendo dentro de mí, puro, limpio, sin mancha, absorbiendo de mí la savia, la vida y grabando en tu pequeño cerebro mis aciertos y mis errores.

¿Cuánto tiempo pasará hasta que puedas decidir por ti mismo sobre la verdad?

Y mientras tanto, yo te heredo mi religión, mi Fe, mi desasosiego, mi alegría sencilla, mi tristeza tan honda, todo mi mundo interior y exterior… Yo traigo en mí las huellas del camino de la humanidad y te las trasmito segundo a segundo, neurona a neurona, glóbulo, plaqueta y quizás el diseño de los ojos, cada cosa la voy imprimiendo en ti.

Qué misterio tan grande es tener un hijo, un ser realmente puro como no he conocido ninguno y qué tarea tan absurda y grandiosa: Yo debo contaminar tu pureza, llenarte de parcialidad y temores, ser maestra del amor y protegerte del horror.

Era la víspera de Navidad y yo estaba en adoración a ti, pequeña persona, mi porción de tiempo envasada en ser humano, como si fueras Dios, porque no encontré la diferencia entre el Dios al que cantaba afuera pero se agitaba en Espíritu en mi corazón, y la encarnación universal del Amor que se agitaba en mi vientre, animado por el sonido de las guitarras.

No hay comentarios.: