2007/03/30

Ataduras

"...le ha sido dado un nombre sobre todo nombre, ante el que toda rodilla se dobla, en el cielo, en la tierra y en el abismo…"


Esa cita de Filipenses me da una luz de esperanza. Jesús es el único que puede romper las cadenas de mi familia y proteger a mi hija de mí misma.

Mi bisabuela tenía quiebres en el afecto hacia a mi abuela por haber quedado abandonada de su marido con 7 hijos. Mi abuela tenía quiebres en el afecto hacia mi mamá por haber sido su hija de soltera. Mi mamá tiene quiebres en el afecto hacia mí, quizás por haber sido su hija de soltera y por las heridas de su propia relación con su mamá.

Cómo puedo hacer para romper las ataduras de esta tradición infame de malos cariños. Según la curación intergeneracional (libro del mismo nombre P. Robert de Grandis), estas quiebras en el afecto y acontecimientos fuertes de la familia se van pasando a través de los cromosomas como unas cargas en el alma hereditarias y acumulativas.

Mi abuela, mi mamá y yo vivimos en distintas ciudades, lo que hace que nos queramos mucho por teléfono y cuando nos vemos de vez en cuando. Sin embargo, el mes pasado mi abuela pasó varias semanas con mi mamá atendiendola de una operación de vesícula. Aunque ahora se la llevan bien, mi mamá tiene vigentes sus heridas de maltrato infantil, de gritos, de humillaciones, frases grabadas en su alma como “por qué no te moriste en la epidemia que hubo” y las va revolviendo lentamente con las comidas.

Como era de esperarse, la repercusión de rabia reprimida llegó ayer hasta mí con un estallido: “yo no sé para qué me pide ayuda a mí, usted ya es una mujer hecha y derecha, que ya sabe lo que puede hacer con su vida, afortunadamente ya sabe trabajar, yo no puedo contar con su hermano ni con usted y me van a dejar botada cuando esté vieja y enferma, yo no sé qué va a hacer con su vida”.

Yo he corrido con más suerte, ser católica me ha permitido estarme muchas horas de rodillas en una capilla ordenando mis sentimientos, perdonando despacio, tratando de mantener el corazón limpio, sin acumular rencores, tratando de entender sin juzgar.

Sin embargo, 36 y media semanas de embarazo no son un tiempo propicio para escuchar estas frases de mi mamá, de la abuelita de Isabella, quien es la persona de quien yo esperaba todo el apoyo, sobre todo moral, al faltarme el del padre biológico.

Menos mal se acabaron los minutos de la tarjeta telefónica por la que estábamos hablando. Yo, después de quedarme fría y llorar un poquito, entiendo la reacción de mi mamá, pero tengo miedo por mi propia hija.

Esto tiene que acabarse en mí. Esta ola de rabia y locura tiene que romperse en mí, sin llegarle a mi chiquita. Sólo Dios tiene el poder para sanar lo que llevo en la sangre: la decepción acumulada y la venganza sistemática en las hijas. La mezcla de amor y rencor que provoca abandono y humillaciones. Esa revoltura inconciente de sentimientos que hace que mi mamá me ame y haya hecho tantas cosas por mí, por sacarme adelante, pero a la vez en mí descargue el odio hacia su propia madre. Absurdo y real… lo llevo en mí.

Isabella, mi criatura inocente, cómo te protejo de mí misma, cómo evito que sentimientos distintos al amor y al instinto de madre surjan en mí a medida que vayas creciendo. Cómo me consagro a tu cuidado y a cuidar tus pasos sin egoísmo y sin hacerte partícipe de viejas historias familiares.


Dios Padre, en el nombre de Jesús yo te lo pido, detén en mí esta historia dolorosa, que para mi hija el afecto sea limpio y que para sus hijos el horizonte sea abierto. Que ella no reciba estas cargas, que en mí se destruyan estas ataduras. Sana, limpia, libera, Señor. Yo confío en ti. Déjame sentir que confías en mí, que esta hija que me has encomendado va a ser feliz, que va a tener un hogar, que no va a ser madre soltera y que pueda sentirse segura de tu Amor y del de su mamá.

Amala mucho, Señor, que mi amor en ella sea reflejo de tu amor.

Si Jesús es la luz, que yo resplandezca. Si Jesús es la luz, que mi hija resplandezca y que yo no sea su sombra, sino su candil.

1 comentario:

Dansaz dijo...

el dia 31 de marzo estuve en la Eucaristia y esta cita fue la segunda lectura, bonita sorpresa de parte del Señor.