Yo sé que está implícito en mi barriguita, en mi presente desde ahora y por el resto de mi vida, pero su imagen, su voz, su risa, su olor son detalles que se van ausentando de mi cotidianidad.
Incluso mis amigos y familia, parece que se han olvidado de él. Es como si de verdad mi hija hubiera aparecido por inseminación artificial, que es un chiste que he hecho mucho (digo que como las mujeres ricas me hice inseminación artificial porque iba a llegar a los 30 sin un hijo).
Nadie lo menciona, nadie pregunta por él y no es que haya un cómplice y pesado silencio alrededor de él, sino que realmente a nadie le parece importante que sigue existiendo en alguna parte.
De todas maneras, conservo un dolor claro y ubicado en el centro de mi corazón, el dolor de quedarme embarazada y sola, todos los miedos, todos los fantasmas... pero esas cosas las puedo trabajar y superar con mi Dios, el mejor sicólogo del mundo...
Lo que sobre todo me duele, porque sé que no puedo solucionarlo, sólo mitigarlo, es la ausencia de su padre en la vida de mi pequeña. Ese será un vacío interior que nadie podrá sanar; lo único que yo puedo hacer es enseñarle que los dolores del alma fortalecen e impulsan hacia adelante, si se manejan bien.
Algún día me preguntará por qué su papá no la quiso. Y yo, sin lágrimas ni tristeza, debo responderle que a veces las personas tienen sentimientos confusos y difcíles de entender por los demás... o quizás le de un discurso extraño sobre la tendencia huidiza y comodona de algunos hombres... o quizás solo la abrace y no le diga el porqué, sino un para qué: "El día que supe que estabas conmigo, Dios me dio demasiado amor en el corazón para que yo te lo entregara y pudiera quererte por los dos".