2006/09/29

La Promesa del Encuentro con el Amor (la noticia de mi embarazo)


Fue el último sábado del mes de julio; salí al medio día del trabajo y andaba un poco baja de nota porque las semanas recientes había estado haciendo cosas más o menos en contra de mi naturaleza tranquila y reflexiva y también había estado llevando a cabo varias incoherencias, como tomar whisky en una esquina un lunes por la noche o ir a trabajar dos días con la misma ropa; quedarme callada ante una discusión interesante, dejar que otra persona decidiera por varias semanas seguidas el destino de mis pasos, etc. etc. etc.

Me fui a una ceremonia especial que sucede los últimos sábados de mes: Eucaristía en el Minuto de Dios. A pesar de arrastrar los pies un poco desanimada, sentía que algo bueno podía pasar.

Cuando estábamos en oración, yo cerré los ojos, algo que muy pocas veces puedo hacer en oración porque a veces me duermo o me dan vueltas las cosas y me desconcentro, pero ese día estaba tan dispuesta y tan necesitada que cerré mis ojitos y me puse a dialogar con el Señor, seriamente.

Le dije que realmente siento que necesito un compañero, encontrarme con el Amor aunque yo sé que como Dios me ama pero necesito un amor humano, alguien con quien compartir y crear una familia. Que ya no quería rodar más, que ya no quería cometer más errores, que ya no quería invertir mi tiempo y mi cariño en amores fugaces. Alguien para "empujar de a dos" proyectos comunes, alguien a quien admirar y de quien aprender y a quien apoyar... Todo mi cuento de lo que pienso q debe ser un esposo, haber en un hogar.

Hubo un momento de la oración en que yo sentí, sin sentimientos, sin sensaciones raras, sin razonamientos, sólo con una certeza interior, que Dios me hablaba, sin palabras, sino directo al corazón y entendí tres cosas: Una, que tenia q dejar sanar mi corazon de todas las heridas q ha acumulado a lo largo de los años, no hablaba del corazon fisico, sino de mi estructura afectiva que se ha visto afectada por muchas cosas y que debo dejarla sanar por ese poder superior de Dios Sanador.

La segunda, recibí la promesa, la certeza que iba a tener mi encuentro con el amor de una manera definitiva y absoluta... Que era una realidad y que esa persona también necesitaba de mí y venía a mi encuentro.

Y la tercera no se puede describir con palabras, fue como si por unos segundos se descorriera la cortina de mi destino o mi futuro y pude saber-sentir-casi oler y respirar que esa persona era real y también iba a amarme.

Finalmente intenté prometerle al Señor alejarme del chico con el que andaba, que yo sabía que no había una relación real, que no era bueno para los dos jugar con fuego sabiendo que no había posibilidades de quedarnos juntos. Y esa promesa no la recibió el Señor, sólo obtuve silencio y me quedé muy pensativa. Porque yo sabía que la respuesta no era que me quedara con él, yo sabía que no se podía, que realmente no nos queríamos y además que él estaba recién separado y tenía cosas personas qué resolver. Pero sentí que aunque la relación o el "encarrete" no debía continuar, no podía desprenderme de él.

Bueno y así salí de la Eucaristía, con una fuerza interior muy grande y estuve muy feliz porque la oración siempre lo deja a uno lleno de alegría interna, que es la más real y especial.

Esta fue la noticia de mi embarazo, dada directamente por Papá Dios pero no lo entendí sino dos semanas después cuando vi el resultado de la prueba de gravidez y recordé que Dios me había prometido mi ENCUENTRO PERSONAL CON EL AMOR.

Y ahí estaba, en ese momento era un montoncito de células creciendo a velocidades increíbles, dispuestas a todo con tal de formarse en personita. En mi hijo. En el Amor de mi Vida.

2006/09/28

El Sueño y Milagro de Veronica


El sueño y milagro de Verónica
Connie Cone Sexton/The Arizona Republic
El Universal

Martes 26 de septiembre de 2006

A pesar de que el cáncer la invadió y se le declaró muerte cerebral, los doctores la mantuvieron con vida artificial y, el domingo, dio a luz a su bebita

00:00 PHOENIX, Arizona.— El último capítulo en la vida de Verónica Celis comenzó el domingo, justo antes del amanecer.

Una infección bacteriana se estaba extendiendo rápidamente por todo su cuerpo y no había tiempo que perder. La bebé que estaba creciendo en el interior de esta mujer a la que se le declaró muerte cerebral necesitaba nacer. Treinta semanas tendrían que ser suficientes.

Fue el día en que Aaron Celis se enfrentó, al mismo tiempo, a la alegría y el temor. Recibir a su hija significaba que su esposa pronto moriría. El cáncer se había diseminado por todo su cuerpo, pero la asistencia artificial le estaba dando a la bebé una oportunidad.

Verónica, madre de tres varones, sólo tenía 36 años. Ella y Aaron —originario de San Diego, California— se conocieron en San Luis Rio Colorado, Sonora, y se mudaron a Yuma en 1985. A ella le encantaba tener la casa llena de niños, pero su sueño era concebir una hija. Cuando la pareja se enteró de que tendrían una bebé, Verónica parecía tan feliz. Decidieron poner a la nena el nombre de Verónica Destiny en honor a ella.

Pero cuando el cáncer de seno que pensaban ella había derrotado regresó, Verónica optó por no abortar a la bebé, soportar el dolor y tratar de disfrutar su embarazo. Su salud pronto empeoró y en agosto fue internada en el centro médico Banner Good Samaritan, en Phoenix. Fue sedada, pero su cuerpo no soportó más y se le declaró muerte cerebral, aunque se le mantuvo viva por medio de aparatos.

Los doctores esperaban que el parto pudiera realizarse el 6 de octubre, en la semana 32 de embarazo de la paciente. Todo transcurrió normalmente hasta las primeras horas del domingo, cuando la infección empezó a extenderse y los médicos temieron por la madre y por la hija.

Así, a las siete de la mañana, la sala de operaciones empezó a ser preparada para recibir a Verónica. Una hora después, el lugar estaba lleno de enfermeras y médicos. Aaron estuvo al lado de su esposa en todo momento. Minutos después, los médicos habían extraído a la bebé, rosada y saludable, y la colocaron de inmediato en una incubadora. Treinta semanas habían sido suficientes. La bebé tosió y lloró, como los médicos querían.

“Nació en una familia amorosa y maravillosa”, dijo el capellán del hospital a Aaron.

Entonces se rezó una oración y la bebé fue bautizada, justo como Aaron había prometido a su esposa.

La doctora Michelle Bez, quien trabaja en el Hospital Infantil de Phoenix y en Good Samaritan, revisó a la pequeña y dijo: “Está bien. Me siento feliz”. La bebé pesó 970 gramos. Como sus pulmones son muy pequeños, permanecerá en una incubadora y se le dará medicamento por algún tiempo. “Es tan hermosa”, dijo Aaron. Luego miró a su esposa y el rostro se le congeló. Se le acercó, la besó, luego besó a su hija y luego de nuevo a su esposa.

Era la última vez que madre e hija estarían juntas en vida. Ayer, finalmente, los médicos desconectaron los aparatos que mantenían latiendo el corazón de la esposa de Aaron. Decidió no hacerlo el día en que nació la bebé para no empañar los cumpleaños de la pequeña.

“Es el día más horrible de mi vida”, dijo Aaron tras despedirse de su esposa en la habitación del hospital. “Pero le di las gracias por todo. Le dije: ‘Voy a lograrlo. Ésta será una hermosa familia. Cuidaré de nuestra pequeña’”.

(Distribuido por el servicio de noticias de The New York Times)
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